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Escudo del Estado de Guerrero

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viernes, 17 de septiembre de 2010

A 10 años de la muerte de Alejandro Cervantes Delgado


Alejandro Cervantes Delgado

El apreciado amigo Miguel Ángel Mercado Durán, a quien afortunadamente ya vemos un tanto recuperado reencontrándose con un buen estado de salud, aunque le está pendiente una intervención quirúrgica por especialistas en la ciudad de México, nos dijo hace unos días que esta noche –viernes 17 de septiembre- el programa “La Bohemia” que conduce con admirable y plausible profesionalismo don Martín Martínez Olvera en el canal 25 (local), estará dedicado a don Alejandro Cervantes Delgado, quien fuera gobernador del estado de Guerrero de 1981 a 1987. Se cumple una década de su fallecimiento y es uno de los pocos políticos apreciados por buena parte de guerrerenses que lo conocieron y lo trataron.

Pidió Mercado Durán que en nuestros espacios periodísticos recordáramos algunas anécdotas de don Alejandro. “Yo no lo conocí, es decir no lo traté en forma directa, pero tú sí y puedes comentar algo de lo que recuerdes de él”, nos dijo Miguel Ángel. Le explicamos que hace unos meses en Cosmos escribimos una anécdota de cuando Cervantes Delgado salió una mañana, en caravana, de Casa Guerrero. Iba con unos amigos cercanos a él, desde la juventud. Lo seguimos en automóvil. Llegaron al balneario “Santa Fe”, en el Río Azul, y se molestó mucho cuando notó la presencia del reportero: “¿Qué anda haciendo? ¿Por aquí trabaja?”, preguntó muy molesto, a lo que contestamos: “Señor, yo trabajo donde está la noticia, y usted es noticia”. Al rato, ya que se le bajó el coraje, después de caminar un rato a las orillas del Río Azul, regresó a las fondas de palapa y nos invitó a almorzar, junto con sus amigos, el médico Alberto Saavedra, entre otros. Ahí nos dio la noticia, que iba a pavimentar la carretera Petaquillas-Grutas de Juxtlahuaca.

Tiempo atrás, don Hermilo Castorena Noriega invitó a quien esto escribe a colaborar en la oficina de prensa del Comité Directivo Estatal del PRI. El era jefe de prensa. “Destaparon” a Cervantes Delgado como gobernador, se hizo la campaña política y a ella fuimos a trabajar como reportero-redactor, bajo la dirección de don Hermilo. Se formó el equipo de prensa con Arturo Mundo Catalán, Javier Maciel Meza, Raúl Salgado Castañón y su esposa, Raúl Arriaga Rodríguez, los hermanos Rosas (Pepe y Rafael, fotógrafos), el gran amigo Bernardo Sánchez Álvarez, popular como “El Camaney”, y Ruperto González Montiel, el famoso “Siete Pistolas”.

El mismo día comenzó la campaña en Tlapa y en Ciudad Altamirano. Así tomó la decisión el candidato Cervantes Delgado para rendir homenaje a un hombre que admiró mucho: Lázaro Cárdenas del Río, porque dijo que si alguien apoyó verdaderamente a los pueblos de la montaña de Guerrero, ha sido “Tata” Lázaro. Para el traslado de esa mañana, de Chilpancingo a Tlapa, se echó mano de avionetas Cessna de la línea comercial “Aero-Puebla”, pero también alquiló aéreo-taxis de una compañía de la ciudad de México. ACD llegó puntual al homenaje en Tlapa, lo mismo que algunos acompañantes, pero la avioneta que no llegó jamás, fue en la que íbamos con el señor Castorena y algunos funcionarios del gobierno federal.

El piloto de esa avioneta desconocía obviamente la ruta. Había un banco de nubes enorme rumbo a la montaña que no le permitió la visibilidad para dar con el campo de aterrizaje de Tlapa, ya las avionetas de Aéreo-Puebla en que iba el candidato y otros acompañantes habían aterrizado, mientras la nuestra andaba volando cerca a las faldas del Ixtacccihuatl. El piloto sacó un mapa y buscaba con ansiedad y ya muy nervioso cómo reencontrar la ruta. El delegado federal de una dependencia, un hombrón güero, de sombrero texano, chamarra de cuero y botas que se veía muy bragado, cuando notó que el piloto se había perdido de la ruta, a gritos y casi llorando comenzó a insultarlo. No pudo ocultar su pánico. El piloto regresó hacia el sur, y después de casi una hora de andar volando por quién sabe dónde, entre un espacio de nubes, avistamos Chilapa y de ahí hasta Chilpancingo ya no hubo problemas para regresar a la capital del estado y aterrizar en el campo de aviación. Minutos después, en la misma avioneta salimos a Ciudad Altamirano donde ACD se reunió con Cuauhtémoc Cárdenas, que en ese entonces era gobernador de Michoacán.

Fue la primera gran preocupación que tuvo el candidato, que iniciando la campaña pudo haberse producido un accidente aéreo. Por fortuna, después de treinta años todavía podemos platicarlo. Don Hermilo lo debe recordar muy bien. Otra de las preocupaciones de ACD fue cuando llegó a Tlalchapa. Filiberto Vigueras Lázaro era originario de ese lugar, pero desde hacía años era líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) en Guerrero. Los habitantes de esa muy hospitalaria población calentana estaban divididos. Se decían cosas no muy gratas de don Filiberto, que se robaba el agua que le tocaba al pueblo y la llevaba a las albercas de su mansión, que vendió una escuela, que invadió terrenos, que a quien se le rebelaba lo mandaba preso a Chilpancingo. Todas esas quejas se las dijeron al candidato. Gritaban mueras a Vigueras y vivas a Cervantes Delgado. Fue ahí donde ACD pronunció uno de sus discursos que la historia no debe olvidar. Finalmente logró su objetivo en esa región: Unirlos, por Guerrero y por Tlalchapa.

La indicación de don Hermilo Castorena para mi trabajo en la campaña, era que grabara los discursos que pronunciaba el candidato. Así lo hice en los más de cuarenta municipios que visitó. Luego de grabar en el mitin correspondiente, nos instalábamos en alguna improvisada sala de redacción para transcribir y luego para redactar los boletines, en tanto que los hermanitos Rosas y el terrible Camaney iban a elaborar las fotografías. Nunca nos tocó asistir a alguna comida o banquete durante la campaña. Al terminar de redactar, pasábamos los boletines por teléfono a las oficinas de prensa de las casas de campaña en el DF y a varias ciudades del estado. Los boletines que eran de cuatro a cinco versiones distintas y que redactábamos Arturo Catalán, don Hermilo, Raúl Salgado y otros compañeros, también se repartían entre los periodistas que andaban en la campaña y ahí hacían sus notas para enviarlas a sus diarios.

Una noche, al finalizar la gira en Ometepec, con el señor Castorena Noriega llevamos el paquete de boletines y fotografías al Hotel La Palapa, de Acapulco, donde se hospedó don Alejandro. Salió en bata a la puerta con su famosa pipa en la boca. Comenzó a leer los boletines y de pronto dijo molesto: “Señor Castorena, aquí dice que cientos de campesinos asistieron al mitin de Ometepec. No fueron cientos, fueron miles”. Don Hermilo, prudente como es, no dijo nada. Agachó la cabeza. Pero como yo no tengo nada de prudente y mucho menos hace treinta años, dije a don Alejandro: “Señor, yo soy el autor de ese boletín. Y discúlpeme: Yo no vi miles, vi cientos de campesinos y así lo consigno en ese boletín. Es más, ahí están escritas mis iniciales. Le pido que no le reclame a mi maestro. El autor de ese boletín soy yo. No fueron miles, fueron cientos”. Don Alejandro solamente agregó estas palabras: ¡Buenas Noches! y se encerró en su habitación.

Para mi sorpresa, no me echaron de la campaña, como lo hubiera hecho cualquier intolerante que quisiera ser gobernador de Guerrero y al que se le dijera la verdad, a secas. Cuando rindió su protesta como gobernador, don Alejandro me llamó para que fuera yo el maestro de ceremonias en el cinema Jacarandas. Al día siguiente don Hermilo Castorena Noriega me llamó al Palacio de Gobierno –segundo piso- y por instrucciones del señor gobernador me dio posesión como jefe de prensa del gobierno del estado. Sólo soporté dos meses y días. No nací para burócrata. Cuando iba a hacerse un primer mitin en pleno centro de la ciudad de Chilpancingo y conduciría yo el evento en el micrófono, tuve una duda. Fui y se la consulté a don Alejandro: ¿Cómo lo anunció, señor? ¿Cómo profesor o como licenciado? Después de meditar durante algunos segundos, me contestó: Como Profesor y Licenciado. Y de ahí pa’l real, todo mundo así le dijo, así se escribió su profesión en los periódicos, y así pasó a la historia.

Durante la campaña política, don Alejandro Cervantes Delgado pronunció muchos y muy importantes discursos. Uno de ellos, que improvisó, lo grabé en Ixcateopan. Lo disfruté cuando redacté el boletín, y es el siguiente, con el que concluyo mis comentarios de este día, agradeciendo la petición que me hizo el atento y buen amigo Miguel Ángel Mercado Durán:

“Amigos de Ixcateopan: quiero recordar ante este santuario dedicado a Cuauhtémoc, una parábola del poeta español León Felipe, que tantos años vivió aquí en México y que murió hace poco entre nosotros. Palabras más palabras menos, decía el viejo poeta del Éxodo y del Llanto: Había una vez un hombre que tenía una doctrina. Una doctrina que guardaba en el pecho. No dentro del pecho, sino junto al pecho, en el bolsillo interno del chaleco. Pero la doctrina creció, y el hombre tuvo que construirle un arca. Y el arca creció: así nació el templo. Luego vino otro hombre y dijo: el que tenga una doctrina, que se la coma; que la haga sangre de su cuerpo. Y que su cuerpo sea a la vez doctrina, arca y templo.

“Sin el menor deseo de ser irreverente, yo les digo, paisanos de Ixcateopan: No importa mucho que se discuta que si los restos que aquí se guardan son los del último Emperador Azteca. No importa mucho que haya o no haya dictámenes favorables, no importa mucho que se crea o que algunos no crean que los restos son de Cuauhtémoc. Lo importante es que cada mexicano lleve dentro, con el más profundo amor, la doctrina de Cuauhtémoc. Y que su cuerpo sea doctrina, arca y templo”.

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